Dos semanas atrás estaba en un bar conversando con mi hermano y un amigo, hablábamos del coronavirus. Lo escuchábamos a lo lejos, China, Corea del Sur, Italia (también por esos días, revisando mis redes sociales, veo las historias de una chilena famosa que iba a Milán y la regresaron a Chile antes de llegar al aeropuerto italiano). ¿Será para tanto?, me preguntaba.
Con ese mismo escepticismo, mientras esperaba la comida que había ordenado, pregunto: “¿Qué creen que va a pasar con el virus?”. Ellos, casi al unísono, dijeron: “Es peor de lo que creemos”. Yo, parada en mi ignorante omnipotencia, sentenciaba que estaban alardeando demasiado: “Pero si es un virus, todos nos vamos a contagiar, como la fiebre porcina, habrá un poco de paranoia colectiva y seguirá todo normal”. Error.
Hoy cumplo una semana de cuarentena preventiva y voluntaria.
Al día siguiente de esa conversación en el bar, llegué a preparar el comunicado que, como People Operations Leader de Modyo, tenía la responsabilidad de enviar a la brevedad. Ya estábamos reaccionando tarde.
El comunicado tenía un tono preventivo y tranquilizador, pero en definitiva, marcaba el inicio del tema “Coronavirus” en nuestra agenda laboral. En principio, no nos preocupamos demasiado, la principal indicación era incentivar a las personas para que optaran por trabajar de manera remota, práctica que hace más de un año para nosotros respondía totalmente a la autogestión de los equipos, sin ninguna burocracia intermediaria.
De la noche a la mañana, teníamos a 100 personas trabajando remoto, en 4 países diferentes y durante un tiempo indefinido.
Al cabo de 48 horas, la velocidad del contagio del virus fue directamente proporcional a la conciencia que todos empezamos a tomar de la importancia de contribuir al aislamiento social. Al tercer día hábil después del comunicado, el 98% de nuestros equipos, esparcidos por Santiago, Bogotá, Sacramento y Berlín, estaban trabajando en sus casas.
De la noche a la mañana, teníamos a 100 personas trabajando remoto, en 4 países diferentes y durante un tiempo indefinido. Y así como mantenía el ritmo y foco en mis OKRs de este trimestre, surgía la imperante necesidad de mirar con perspectiva y sensibilidad lo que esto implicaría para nuestros equipos.
Algo de esto les quiero compartir. Hay muchas cosas que irán cambiando, eso es claro. Pero hasta acá, les puedo compartir lo que creo que es importante de mirar desde la gestión de personas para lograr convivir con el brote de esta pandemia, sin morir de pánico pero tampoco desconectados de la realidad.
Aquí voy:
1. Cuidar la salud mental y física de todos.
Trabajar remoto de vez en cuando es una cosa. Trabajar todos los días de manera remota, con restricción de salir de casa y socializar con otros, es otra muy distinta.
En mi casa tenía un escritorio que, cuando necesitaba, lo usaba. Al día 7 de estar sentada trabajando en este escritorio, mi espalda me avisa que no son las condiciones aptas para estar así muchos días más. No quiero ser redundante con los consejos respecto a las condiciones físicas (definir un lugar distinto a tu cama, con buena luz y mantenerlo ordenado, procurar mantener una buena posición al estar varias horas sentadas frente al computador, etc), pero sí quiero decir que son muy ciertos e importantes de seguir.
No obstante, quiero enfatizar en el cuidado de nuestra salud mental durante periodos de confinamiento como este. Y para eso, quiero citar lo que un psicoanalista y filósofo argentino, Luciano Lutereau, describe muy gráfica y crudamente:
“Uno de los signos más explícitos de locura es vivir en días continuos; que se pierda la diferencia entre días de la semana y finde, entre la ploma tarde de un martes y el exultante viernes a la noche. Los locos no pueden cortar el tiempo. La depresión es el abismo en el tiempo continuo del crepúsculo. La manía brilla como el sol blanco del mediodía. (...) En serio, sin corte en el tiempo, se enloquece. (…) La cuarentena no es una cuestión de salud ni acatamiento, es un duelo forzado. ¿Qué hay que hacer para sobrellevarlo? Lo mismo que hicieron en otras ocasiones que atravesaron un duelo. ¿Qué no podemos dejar de hacer? Cortar el tiempo. No matar el tiempo, cortarlo. ¿Cómo se corta? Con variaciones y abstenciones. Los domingos: aunque no hayas salido desde el viernes, se descansa y se deja descansar.”
Esto mismo, aplica para todos los días. Cuidemos a nuestros equipos de la “locura” del encierro. Impulsemos definir horarios de trabajo y horarios libres (de “estar en casa”), establezcamos reuniones de planificación y seguimiento, re-acomodemos las actividades extraprogramáticas que teníamos con las alternativas “live” que han surgido (miles), cuidemos los vínculos con los otros, dividamos las tareas domésticas y el cuidado de terceros (hijos, ancianos, mascotas), alimentémonos bien, dosifiquemos la información que consumimos, respetemos nuestras horas de sueño y tratemos con cariño nuestro espacio.