“¿Cómo lo están haciendo para que las personas vuelvan a la oficina?”
Me preguntó Andrés, una de las personas que es nuestra contraparte en una empresa partner en Colombia. Estábamos almorzando en Bogotá, a un par de cuadras del edifico de WeWork donde tenemos un espacio Modyo, almuerzo donde también estaba Mario, un compañero de Andrés.
Nosotros no estamos pensando en volver a la oficina—en agosto del 2020 nos convertimos en una empresa 100% remota—no obstante, ante la pregunta de Andrés, empecé a pensar cómo hemos hecho para que las personas “vuelvan a la oficina”. Sin quererlo, empecé a contarle cómo desde que estamos trabajando completamente remotos, impulsamos una serie de acciones que apuntaban a mantener la conexión entre los equipos—sincrónicas y asincrónicas—y fue así como me vi dándole la lata contándole cómo había sido la vida en Modyo desde ese marzo del 2020.

Permanecer conectados entre sí
Justo hace 2 años atrás, yo publicaba mi artículo
Trabajar remoto de la noche a la mañana, en donde compartía—con más estudios que experiencia—algunas recomendaciones para navegar el encierro, haciendo énfasis en el cuidado de la salud física y mental de las personas y, de la importancia de mantener omnipresente la cultura de la empresa en un mundo que tenía suspendido indefinidamente el contacto físico.
Mientras respondía a Andrés—y que sentía que me iba cada vez más por las ramas—me veía describiendo una serie de acciones que precisamente dieron cuenta de esos dos puntos que compartía en ese artículo. Cuidar la salud mental y física de las personas fue el ejercicio más real que hasta ese momento me había tocado vivir en mi vida laboral, en donde realmente el bienestar estuvo marcando la pauta para la toma de cada decisiones en la compañía. Y cuando estamos hablando de esos cuidados, no es que empezamos a recomendar a las personas tomar atenciones psicológicas, sino desde pequeñas pero constantes acciones orientadas a mantener canales de comunicación abiertos y constantes, garantizar que las personas contaran con las óptimas condiciones para realizar su trabajo de manera remota, impulsar jornadas de trabajo saludables, mantenernos cerca para conocer el estado de salud de ellos y de sus cercanos, y sobre todo, para estar atentos cuando el contagio empezó a llegar a sus casas.

Para mantener la cultura omnipresente—seguía contándole a Andrés—empecé a hablar de cómo fuimos religiosos en mantener nuestras reuniones mensuales lideradas con Mark (CEO) y los otros fundadores, y cómo patentamos el cumpleaños feliz más desafinado conocido por cualquiera (no tengo pruebas pero tampoco dudas), cómo llevamos las celebraciones de cumpleaños a una mensaje ilustrado por slack, cómo creamos “challenges” de hitos ñoños donde las reacciones y participación de las personas cada vez nos sorprendían más, cómo decidimos implementar una aplicación integrada a slack para poder generar conversaciones 1:1 aleatorias para reemplazar la conversación “de pasillo”, cómo abrimos un espacio libre y permanente con cada fundador/C-level para que cualquier persona pudiera agendar y conversar con ellos lo que quisiera, cómo los procesos de onboarding funcionaron con la misma prolijidad y dinamismo que cuando compartíamos un espacio físico, cuya agenda social y el rol de los Modyo Buddies han sido por lejos lo mejor evaluado por cada nuev@ modyan@. Creo que me di cuenta que ya me estaba excediendo innecesariamente (menos mal).
Toda esta lata le di a Andrés. Y seguía sin realmente responderle a su pregunta.
Pensaba, ha pasado mucho tiempo y muchas cosas, y la cultura sigue siendo el atributo más valorado por las personas, incluso en las nuevas, que muy probablemente no conocen a nadie presencialmente (déjenme presumir y compartir este comentario que un desarrollador que ingresó durante el 2021 nos compartió: “El enfoque en las personas es su punto más fuerte. Uno se siente cómodo trabajando aquí y siento que aquí tengo una voz y soy escuchado sin importar qué tan loco sea lo que digo”).
Seguía pensando, algo estamos haciendo que la cultura en vez de diluirse en un equipo que se distribuye, se multiplica. Y en vez de enfriarse en la virtualidad, sigue siendo percibida como una cálida cercanía. Porque cercanía no es estar en el mismo espacio, sino que es estar; y para estar no es condición el espacio, pero sí es condición el tiempo: cercanía es querer compartir tiempo con otro.
“Es que no tienes que hacer que la gente vaya a la oficina, tienes que hacer que las personas tengan ganas de encontrarse”. Al fin le respondí a Andrés. Aunque realmente creo que no le respondí lo que él esperaba. Yo en su lugar también hubiese estado jarta escuchando tanto, para más encima terminar escuchando algo que no era lo que esperaba con esa pregunta.
Pero así ha sido. En Modyo ya nos convertimos en una empresa remota: empezando la pandemia teníamos personas en 3 países, ahora estamos en 9, y vamos sumando. Pero la cultura se sigue propagando, es un engranaje que no deja de funcionar nunca, y que por el contrario, no se cansa de evolucionar. Pero el espacio del encuentro es un espacio que poco a poco va retomando un lugar en nuestras agendas, donde poco a poco las ganas de encontrarnos convocan los encuentros.

Fue un almuerzo de muchas risas, compartir anécdotas que Andrés me contó de cuando pasó por Chile, y de las ganas que Mario tiene de visitarlo acompañado de su esposa. Al llegar de vuelta a la oficina, en mi penúltimo día en Bogotá antes de regresar a Santiago, me alegraba de ver a 8 personas del equipo ocupando a tope la oficina pequeña (acorde a una empresa remota), mientras 7 personas más se sumarían en el transcurso de la tarde para ir a la cena que compartiríamos en mi última noche en Colombia. No es común que tantas personas vayan a la oficina, me contaban. Y si sacaba cuentas, en las 3 ciudades colombianas que visité, el 90% de las personas “fue a la oficina” para compartir con el equipo, con la excusa de mi presencia.
Volviendo a Chile y cumpliendo ya dos años de trabajo desde casa, puedo decir que trabajar la cultura en una realidad remota es—en cierta manera y aunque suene paradójico—mantenernos conectados (a un propósito común) y cercanos (entre las personas), como si siempre estuviéramos cultivando las ganas de volver a encontrarnos (“volver a la oficina”).
Foto de Javier Allegue Barros en Unsplash.